El secreto de la buena suerte está en los relojes de la naturaleza, en
conocer sus ritmos, como los augures conocían los de las aves, ajustarse a
ellos y detenerlos en el momento preciso

Se abre una ventana con el comienzo de la primavera, dos meses
de ilusión e incertidumbre en los que los recuerdos abandonan las
profundidades del mar Cantábrico.

Se resguardan en una cápsula de porcelana al margen de los embates de
la luz y el aire, envueltos en un ámbar de aceite y sal que los sellará en
su mejor momento.

Los placeres fugaces son también los más intensos, los que dejan tras de sí
indicios mágicos de que tuvieron lugar. Recordar significa “volver a pasar
por el corazón” y quizá por ello buscamos pretextos para oficiarlos de
nuevo y hacerlos así presentes en su plenitud.

Más cercana del Sashimi japonés, buscamos un filete de anchoa que roza
su sabor original, convirtiéndolo en una “semi semi” conserva muy baja
en sal que busca preservar los matices y la textura de la anchoa.

Las anchoas vuelven a desaparecer en la oscuridad, al margen
de los embates de la luz y el aire, en una cápsula de porcelana,
realizada a mano.

Presentarse con una propuesta auténtica exige un cambio de mirada, de
prisma y enfoque, una visión desde el mar y no desde la tierra, en la
búsqueda de una identidad propia, en la creación de una conserva nada
conservadora.

Una mirada también introspectiva. Tras una firma, un alma comprometida.
Con aquellos que confían en nosotros, buscando brindar una experiencia
inolvidable, un recuerdo imborrable.